Después de 6 meses en Utah iba siendo hora de ir un poco más allá, y lo hemos hecho por todo lo alto. Tras salir de casa, más de cinco horas seguidas acompañadas de la nada a parte de infinitas montañas nos indicaban la salida del despoblado oeste, también llamada la América profunda. Cinco horas más de coche hasta llegar a un atasco monumental nos anunciaban la entrada a la gran ciudad. Fue la hora y media de atasco más agradable de la historia, (por fin podía ver el mar que tanto me recordaba a mi querida Barcelona), aunque también la más larga, porque sabíamos que tras el puente que intentábamos cruzar nos esperaba el bullicio de una gran ciudad, San Francisco.
San Francisco. 23, 24, 25, 26 de febrero
El hostal se encontraba en pleno centro. Podría acabar aquí esta descriptiva frase y obviar el resto de crítica, pero es algo que no voy a hacer. En la calle trasera malvivían unos cuantos vagabundos dementes (estos no me recordaban a mi querida Barcelona). La palabra colchones es demasiado fuerte para designar la espuma del grosor de un papel sobre la que dormíamos. Si hubiésemos juntado las cuatro láminas quizá sí podría llamarse colchón. Aunque San Francisco no sea el lugar más frío del mundo, la primera noche tuvimos que dormir con chaqueta. Hay que tener en cuenta que estamos en febrero y que existe un factor climático llamado humedad y que es capaz de convertir en leona a toda fémina ya que entre otras cosas consigue disminuir la sensación térmica. La siguiente noche voy un poco más preparada para pasar la fría noche en hostales de esta índole, pero un calor infernal me sorprende. Aunque el radiador tenía un regulador de la temperatura, es inútil o decorativo, los ardores se apoderan de nuestro ser. Pese a tantos peros visitamos la ciudad, muy europea por cierto. Acostumbrada a ver únicamente a las numerosas familias americanas y a algunos cuantos mejicanos se me hace raro descubrir las diferentes etnias deambulando por la ciudad de nuevo. Un día de lluvia nos dirigimos al ayuntamiento, preguntamos por una visita rápida por este pero no nos es posible ya que estaban celebrando no sé qué acto conmemorativo. No sabemos aún cómo acabamos inmersas en dicho acto privado, cenando por la face.
Yosemite y Sequoia Park. 27 y 28 de febrero
Bajamos en coche por el interior de California para ver uno de los parques más importantes del estado, Yosemite. Como en la mayoría de grandes parques naturales hay autobuses gratuitos que te permiten hacer ruta por el parque. Hicimos noche en un motel de carretera en Fresno ya que se encontraba a mitad de camino respecto a nuestro siguiente destino. Motel bastante peculiar por cierto. Fuimos a cenar a un Pizza hut de la zona, y en vista de los individuos que encontramos alrededor del motel además de travestis y un par de coches de policía, a última hora decidimos cenar en el motel por si nos petaban el coche.
No conformes con nuestra caminata de alta montaña del día anterior, nos dirigimos al “Sequoia Park”. Esta vez dejamos la caminata de lado, llevábamos el calzado menos apropiado del mercado y la lluvia nos servía de excusa para evitar una ruta de más de 15 minutos. Pese a todo pudimos hacernos la foto con el árbol más grande del parque y del mundo, el General Sherman, imposible de abarcar entre las 5 viajeras ya que el árbol tiene un grosor de 11 metros de diámetro.
Los Ángeles. 29, 1, 2 de marzo
Cómo se nota que quien hace las películas es Hollywood. La verdadera ciudad de LA no es como la pintan las grandes compañías cinematográficas. Existe el pijerío de Beverly Hills, las limusinas rodeando Hollywood, los palacios ajardinados, las palmeras tísicas de longitud infinita, pero esto no es Los Ángeles real. La otra cara de Los Ángeles, donde vive la gente de a pie, la downtown, es bastante sucia y peligrosa. Al girar la esquina de una calle cualquiera puedes encontrarte inmerso en uno de sus guetos. En cuanto a la ciudad es enorme y el tráfico horrible pese a los 6 o 7 carriles que tienen en cada sentido de sus autopistas.
Tuvimos la suerte de estar de estar en los Ángeles el mismísimo día de la celebración de los Oscar, el 1 de Marzo, así que fuimos a los alrededores del teatro Kodak que ahora recibe el nombre de Dolby. Las calles estaban ya cerradas al público, pese a todo, pudimos ver las limusinas pasar, alguna que otra manifestación espontánea y sobretodo gente extraña, gente muy extraña. A la mañana siguiente entramos al lugar de celebración, pisamos sobre el mismo asfalto en que los artistas se paseaban la noche anterior y cabe decir que el interior del edificio era menos glamuroso de lo que podía esperar. Lo dicho, quién si no es Hollywood va a ser capaz de maquillar la realidad.
San Diego 3, 4, 5 de marzo
2 horas al sur, el sol y las palmeras abren paso a lo que para mi es la antítesis de LA. Considerada como una de las ciudades más seguras de EEUU la influencia hispana es palpable en la ciudad. Un fraile español fundó la primera misión en san Diego en 1769, hasta 1822, cuando consiguió la independencia y estuvo bajo el mandato de Méjico. Finalmente, la era mejicana de San Diego acabó en 1846. En la Old Town o centro histórico conservan las tiendas y restaurantes de la época que han sido restauradas o convertidas en museos y que captan las diferentes influencias que caracterizan la zona, al más puro estilo far west, ¡por fin algo histórico! Definitivamente no me importaría quedarme en San Diego una buena temporada, es una ciudad increíble.
La frontera con Méjico queda a 20 minutos de la ciudad, así que fuimos a la ciudad colindante, San Isidro, a ver la línea que separa los dos mundos. Tras dejar el coche aparcado en un escampado había que caminar una milla y media para llegar a la línea separatoria. Atravesamos un campo semidesértico vigilado por 4 helicópteros que sobrevolaban la zona, caminamos sobre una preciosa playa desierta (dado el difícil acceso), hasta llegar a dos vallas que separan USA de Tijuana. Al otro lado, una de las ciudades más peligrosas de América y del mundo.
Las Vegas/ Gran cañón 6, 7, 8, 9 de marzo
Una vez mas, parada técnica en Las Vegas o Sin City, ciudad del pecado. Visitamos la antigua ciudad de Las vegas, donde empezó todo. Curiosamente, los primeros blancos en asentarse fueron los mormones hacia 1855, fecha en la que pasó a formar parte de los Estados Unidos, ya que hasta entonces pertenecía a Méjico. Intentaron convertir a los indios que habitaban el asentamiento, se deduce que sin éxito. No fue hasta el 15 de mayo de 1905, con la llegada del ferrocarril cuando nació la ciudad de Las Vegas. Con la legalización del juego en 1931 comienza su expansión y con ello la construcción de grandes hoteles con casinos de juego.
Tras el boom de los casinos, a unas pocas millas se expande lo que hoy en día se conoce como las Vegas, donde se encuentra la Strip y sus impresionantes casinos. Es conocido que muchos de los primeros inversores procedían del sindicato del crimen; El Flamingo, el primer gran hotel y uno de los más emblemáticos del Strip, fue mandado construir por el gánster Bugsy Siegel.
Nos dirigimos al Gran Cañón. A 4 horas y media de Las Vegas, merece totalmente la pena conducir 9 horas en un mismo día para visitarlo, (después de esto las distancias en España me parecerán ridículas). Pese a no ser una fanática de los ríos en general y de las rocas en particular, es una visita indispensable. Y es que la mayor parte de las rocas sedimentarias que se pueden observar en el Gran Cañón van desde los 2000 millones de años de antigüedad y las vistas son increíbles desde cualquier punto del parque.
No todos los días uno tiene la oportunidad de: cenar delicatessen en el ayuntamiento de San Francisco, abrazar o mejor dicho no abrazar al árbol más grande del mundo, estar a una calle de la gala de celebración de los Óscar, disfrutar de una playa cualquiera en San Diego o ver un atardecer en el Gran Cañón. Y además, acompañada de alguien incondicional 😉